Las actuales neveras operan mediante la comprensión y expansión de los gases llamados freones y que son más dañinos que el CO2. Malcom McCulloch, un ingeniero eléctrico especializado en tecnología verde, ha desarrollado con su equipo un prototipo basado en el diseñado por Einstein y su colega el físico húngaro Leo Szilar. Un aparato que en vez de freones utiliza amoniaco, butano y agua y funciona gracias a que los líquidos hierven antes cuando la presión a su alrededor es más baja. Como el agua, que entra antes en ebullición en la cumbre del Everest que a nivel del mar.
El sistema consta de un evaporador, un termo que contiene butano. Al introducir un nuevo vapor sobre el butano, desciende el punto de ebullición del líquido y al hervir toma la energía de alrededor y genera el enfriamiento.
En principio el diseño no resultó ser muy eficiente y se sustituyó por compresores con freones más eficaces para su comercialización. Sin embargo, los nuevos estudios trabajan en mejorar el diseño y cambiar el tipo de gases para cuadruplicar la eficiencia. Por otro lado, sólo el mecanismo de bombeo necesita electricidad y McCulloch trabaja en sustituirla por energía solar. Además, el hecho de que el frigorífico no incluye piezas móviles hace que no necesite mantenimiento.
Entre tanto, en Cambridge una empresa llamada Camfridge también está trabajando en un prototipo de nevera que lleva a cabo el enfriamiento mediante campos magnéticos y una aleación especial. Cuando el campo magnético está cerca de la aleación es como si se comprimiera el gas y viceversa. “Es como con la goma elástica, se calienta al tensarla y se enfría al destensarla”, explica Neil Wilson, director del proyecto.
Con esos trabajos en curso, puede decirse que el futuro de las neveras verdes cada vez está más cerca, lo cual no sólo ayudará a cubrir las necesidades de los países en desarrollo sino también a cuidar el medio ambiente.