Israel, los territorios palestinos, Sudán, Eritrea, Egipto, Jordania y Arabia Saudita sufren una invasión de saltamontes que devoran sus cultivos. Como es un insecto kosher, que su religión permite ingerir, y ante la creciente falta de alimento, los judíos han optado por comerse la plaga que les asola y además hacerlo con creatividad culinaria.
Crudos, rebozados con especias, a la plancha o cocidos, los saltamontes se han abierto un importante hueco en la cocina israelita. Los platos preparados con este recurso que cae del cielo con gran valor proteico tienen matices de lo más variados. Pueden formar parte del aperitivo, complementar un guiso tradicional como el arroz o la pasta u ofrecerse como fondí chocolateada. El límite es la imaginación de cada cocinero, que no tiene cortapisas religiosas a la hora de matar a este insecto volador.
Sin embargo, algunos rabinos importantes no comparten la nueva tendencia gastronómica del país, a pesar de existir en el libro sagrado judío, el Talmud, pasajes que corroboran el consumo de langosta entre la comunidad hebrea en tiempos remotos. Precisamente esa narrativa histórica es lo que convierte al saltamontes en alimento limpio, cuyo consumo no supone pecado.
La plaga de langosta es muy difícil de eliminar. Los saltamontes se reproducen y extienden su territorio a gran velocidad. Con la ayuda del viento pueden volar hasta un centenar de kilómetros y a su paso acaban con todo tipo de cosechas. Algunos restaurantes kosher vieron en la invasión una oportunidad de negocio y acertaron. Tienen listas de espera para degustar las diferentes delicias que preparan con esta materia prima. La tradición gastronómica yemení y de los beduinos palestinos ha sido la inspiración para sus nuevas recetas, nacidas con la necesidad de acabar con la lacra.
Por su parte, el ministerio de agricultura israelí mantiene durante veinticuatro horas el vuelo de aviones fumigadores y asegura que tiene la plaga bajo control. De momento, aunque se sabe que es muy alto, el daño en el campo no se ha calculado. Tampoco se conoce si los israelitas han ingerido langostas contaminadas con pesticidas y qué consecuencias podría tener esto sobre la salud pública.
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