Mientras los ambientalistas instan a los enólogos a volver a sus raíces ecológicas y les recuerdan que los corchos tradicionales son la opción más verde, los amantes del vino más puristas tuercen la nariz ante los tapones de plástico o los de aluminio a rosca no renovables.
Lo cierto es que estas opciones menos sostenibles no sólo se han relegado a los vinos de mesa baratos y a los que tienen menos reputación estelar, sino que las tapas de rosca también se pueden encontrar ahora en botellas de Burdeos y Pinots que cuestan más de cien euros.
Su uso ha aumentado, porque algunos productores creen que es la solución para evitar el riesgo de abrir una botella de vino que emita olores a humedad o a cartón mohoso como consecuencia del tapón de corcho.
Sin embargo, la ventaja de un tapón de corcho es su capacidad para ayudar al envejecimiento de los vinos. El corcho permite respirar al vino y hace surgir todos los matices del sabor que se buscan en los caldos.
Por el contrario, no se sabe cómo reaccionarán los vinos ante largos períodos de envejecimiento si se embotellan con las tapas de rosca que han ido ganando terreno en los últimos diez años.
Los ambientalistas afirman que el uso de tapones de corcho para embotellar el vino favorito es realmente la mejor opción para la sostenibilidad, ya que están hechos de materiales renovables, la fibra del alcornoque.
Les preocupa que la popularidad de las tapas de rosca, así como otras alternativas, están teniendo un gran impacto en los bosques mediterráneos de corcho, donde crece principalmente. Según El Fondo Mundial para la Naturaleza, los alcornocales cubren aproximadamente 2,7 millones de hectáreas en la región y genera ingresos a cerca de 100.000 personas. El temor es que si los enólogos siguen utilizando alternativas al corcho, tres cuartas partes del los bosque de alcornoque en el Mediterráneo occidental podrían desaparecer dentro de una década, amenazando los empleos y los ecosistemas.
Los bosques que aun se gestionan de manera próspera y sostenible podrían caer en el abandono y probablemente en la destrucción. Algo que generaría paro y la definitiva desaparición del lince ibérico, habitante de este entorno.
Con todo, la sostenibilidad de los bosques de corcho se ha convertido en un asunto serio. Además, para muchos amantes del vino las tapas de rosca quedan fuera de la experiencia completa de disfrutar de un vino. Y es que hay algo infinitamente satisfactorio en el uso de un sacacorchos y oír el “pop” al descorchar el caldo favorito. Desenroscar un tapón no genera las mismas expectativas de placer ante el vino dispuesto para degustar.