
En los últimos cien años en el Estado español se ha contabilizado la extinción que de 17 especies y subespecies de animales y 24 especies vegetales, 15 de las cuales eran endemismos. Los espacios protegidos cada día son más, pero también cada día están más amenazados. Con motivo del Día Internacional de la Biodiversidad, que se enmarca dentro del Año Internacional de la Biodiversidad, hay que recordar que la destrucción de hábitats y el avance del cambio climático provocan la pérdida de numerosas especies antes de que hayan sido estudiadas.
Pese a que cada vez las administraciones ambientales dedican más esfuerzos a las políticas de especies silvestres y espacios naturales, la naturaleza española está cada día más amenazada, debido a que las actividades económicas que consumen y degradan los recursos naturales a un ritmo vertiginoso.
España cuenta con un total de 1.600 espacios naturales protegidos, declarados al amparo de la normativa estatal o de las Comunidades Autónomas, lo que representa un 11,8% de la superficie territorial. Y si incorporamos a esta superficie los espacios de la Red Natura 2000, la superficie bajo algún tipo de régimen de protección totaliza 14 millones de hectáreas, esto es, el 28% del territorio. Sin embargo, toda esta protección está siendo incapaz de evitar el actual ritmo de perdida de biodiversidad.
Las más frecuentes agresiones a la biodiversidad tienen que ver con el desarrollo de infraestructuras de transporte de todo tipo (carreteras, trenes, aeropuertos, y puertos); con el desmesurado crecimiento urbanístico; con grandes complejos de ocio o turismo; con proyectos industriales y energéticos (gasoductos, centrales hidroeléctricas, explotaciones mineras, nucleares); con infraestructuras hidráulicas (embalses, trasvases y de explotación de aguas subterráneas); y también con la intensificación de las actividades agrarias, pesqueras y cinegéticas dentro de los límites de protección.
El total de taxones estimado para el territorio español supera los 100.000. España es el estado comunitario que cuenta con un mayor número de plantas vasculares amenazadas y con un 26% de vertebrados incluidos en las categorías de “en peligro”, “vulnerables” o “raros”, según la clasificación de la Unión Mundial de Conservación de la Naturaleza (UICN). Por otra parte, menos del 5 % de las especies amenazadas cuenta con algún tipo de Plan autonómico de recuperación, conservación o gestión.
Desprotección internacional
En el ámbito mundial destaca la decisión tomada en la XV Conferencia de las Partes de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES), celebrada desde el 13 al 25 de marzo, en Doha, de no proteger a ninguna de las cuarenta especies marinas cuya inclusión en los Apéndices I y II se propuso. Destacó el fracaso en la prohibición del comercio internacional de atún rojo atlántico y en regular el comercio internacional de ocho especies de tiburón y 31 de corales rojos y rosas, todas ellas esenciales para los océanos. Se tomo esta decisión, primando claramente los intereses pesqueros y comerciales sobre la conservación de las especies.
En la Unión Europea, aunque el Consejo de Medio Ambiente del 15 de marzo aprobó la meta de detener y revertir la pérdida de biodiversidad para 2020, el Consejo Europeo de Primavera, en su reunión del 26 de Marzo aprobó la estrategia “Europa 2020”. Esta estrategia no sólo no incorpora el objetivo de frenar la pérdida de biodiversidad, sino que tiene como principal objetivo el crecimiento económico, que se ha demostrado incompatible con detener la pérdida de biodiversidad.
En el Estado español, entre todas las medidas adoptadas y contrarias a la biodiversidad, destacó a principios de año la prematura reapertura del caladero de anchoa del cantábrico, en vez de esperar por lo menos hasta el verano dando tregua a otro año de reproducción. La consecuencia fue que los propios pescadores pidieron volver a cerrar la pesquería unos meses porque eran muy pequeños los peces. Además el Ministerio de Medio Ambiente también ha continuado con su apoyo al cultivo de transgénicos a gran escala. Además, en 2010 el Gobierno español apoyó que la Comisión Europea autorizase un nuevo cultivo transgénico, el primero que se realiza desde 1998, la patata transgénica “Amflora” desarrollada por la compañía agroquímica BASF.
Y entre las decisiones autonómicas destaca la muy reciente aprobación de la Ley relativa al Catálogo Canario de Especies Protegidas, que anteriormente protegía a 449 especies y ahora solo a 360, desprotege a 89 especies, e incorpora a 171 especies en una nueva categoría en la que su protección se limita a los espacios protegidos. Esta Ley, que no ha contado con ninguna participación y no tiene rigor científico, supone el mayor retroceso en la protección de la biodiversidad canaria de su historia, y tiene como principal objetivo poder ejecutar proyectos insostenibles como el puerto de Granadilla.
La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el año 2010 como el Año Internacional de la Diversidad Biológica con el fin de concienciar sobre la importancia de la biodiversidad en la vida humana y para instar a la adopción de nuevos esfuerzos que permitan reducir significativamente el ritmo de la pérdida de biodiversidad. Aunque reducir el ritmo de pérdida de biodiversidad requerirá de muchas e importantes medidas durante los próximos diez años, es vital que 2010 sea el punto de inflexión a partir del cual conservar la biodiversidad sea la prioridad de todos los Gobiernos. Si no aprovechamos 2010 para avanzar hacia la auténtica sostenibilidad y para adoptar las primeras medidas que permitan reducir la extinción de especies, el objetivo de frenar la pérdida de biodiversidad en 2020 quedará condenado a un nuevo fracaso.
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El impacto de las petroleras
El impacto de las compañías petroleras sobre la biodiversidad es patente en estos días, con el vertido del Golfo de México por parte de BP, donde los ecosistemas se están viendo fuertemente afectados.
Pero no hace falta que haya vertidos de esa magnitud para que la actividad petrolera destruya la vida. En muchos casos, las reservas de petróleo y gas que explotadas coinciden con parques naturales y territorios indígenas protegidos por tratados internacionales, especialmente en América Latina. Éste es el caso de la presencia de Rpsol en la Reserva de la Biosfera Yasuní (Ecuador), o en cuatro Parques Nacionales en Bolivia y una zona protegida en Argentina.
Merece especial atención el caso del Yasuní, el hogar de una de las mayores variedades genéticas de animales y plantas del planeta. Abarca cerca de un millón de hectáreas de selva tropical virgen y está situada en la Amazonia ecuatoriana. Esta selva cuenta con el mayor número de especies de árboles por hectárea en el mundo. Sólo una hectárea de Yasuní acoge el mismo número de especies de árboles nativos que toda América del Norte. El Parque contiene el 44% de los pájaros de la cuenca del Amazonas, hecho que la convierte en uno de los lugares de aves más ricos de la tierra. Las estadísticas están llenas de ejemplos similares en cuanto a distintas variedades de murciélagos, anfibios, reptiles o abejas.
La actividad petrolera en el Yasuní implica vertidos periódicos, como ya ha venido denunciando Ecologistas en Acción y organizaciones locales como Acción Ecológica de Ecuador. Además, un campo petrolero implica la construcción de infraestructuras (ductos, carreteras, helipuertos), la realización de prospecciones sísmicas, el quemado de gas al aire, piscinas de deshechos tóxicos... en definitiva, la destrucción de la vida.
Según la organización ecologista, lo que Repsol está haciendo en la reserva ecuatoriana es más grave que lo que implicaría tener un campo petrolero en Doñana, algo que aquí sería impensable.
Biodiversidad marina amenazada
El Censo de la Vida Marina (CoML), el mayor proyecto de de colaboración científica internacional, ha logrado clasificar unas 230.000 especies marinas. Sin embargo, se estima que los océanos pueden estar habitados por entre 1,5 y 10 millones de especies, que podrían llegar hasta los 40 millones según algunos investigadores, lo que da una idea del grado de desconocimiento existente. En el ámbito terrestre, se conocen alrededor de 1,4 millones de especies y las últimas estimaciones señalan que podrían existir en realidad más de 40 millones.
Además de la falta de conocimientos, el medio marino se enfrenta a un ritmo de pérdida de biodiversidad sin precedentes. La acidificación de sus aguas, como consecuencia del aumento de CO2, la esquilmación de especies comerciales por la actividad pesquera abusiva, el deterioro de los ecosistemas y los vertidos continuos de basura e hidrocarburos están acelerando la pérdida de biodiversidad en los océanos. Esta situación evidencia la necesidad de incrementar los esfuerzos en el estudio y protección del medio marino.
En este sentido, el catamarán Oceana Ranger ha surcado las aguas del Pacífico, Caribe, Atlántico, Mediterráneo y Cantábrico desde el año 2005. Las miles de fotografías tomadas y los cientos de horas de grabación de vídeo aportan documentación sobre ecosistemas, especies raras y de actividades de pesca ilegal que se utilizan después como soporte para la elaboración de estudios.
“Queda patente la necesidad de seguir incrementando los esfuerzos en investigación marina, por sus altos índices de biodiversidad y porque juega un papel fundamental en el equilibrio ecosistémico a nivel mundial. Como origen de la vida, el océano alberga una gran variedad de especies aún por conocer. No lograremos una comprensión completa de los ecosistemas mientras no sepamos lo que esconden nuestros océanos. Las estimaciones más optimistas indican que solo el 14% de las especies conocidas son marinas, pero este porcentaje puede ser menor”, indica Ricardo Aguilar, Director de Investigación de Oceana Europa.
La fragilidad de los hábitats marinos, especialmente los de gran profundidad, requiere poner especial atención en el desarrollo de las actividades vinculadas al medio marino. Un desarrollo equilibrado que potencie las pesquerías artesanales, el fin de los combustibles fósiles mediante el uso de las energías renovables y un tratamiento adecuado de los residuos que van a parar al mar, permitiría una considerable reducción de los impactos que están actuando sobre el medio marino.
Para Ecologistas en Acción frenar la pérdida de biodiversidad en nuestro país requiere de forma urgente cambios profundos en el modelo económico, renunciando al crecimiento económico, y que la conservación de la biodiversidad condicione todas las políticas sectoriales.
Más información: Oceana | Ecologistas en Acción | Fundación Biodiversidad
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