
Para el empleado ambientalmente conscientemente el lugar de trabajo puede convertirse en un laberinto lleno de complejos dilemas éticos. ¿Me seco las manos con las toallas de papel o con el secador? ¿Picoteo una barrita de chocolate orgánico o de comercio justo? ¿Tomo el café de la máquina en vaso de plástico o en mi taza de cerámica? Al menos está claro que ir en bici a trabajar es más saludable que hacerlo en coche y que imprimir por las dos caras es más eco que hacerlo por una solamente.
Beber de una taza reutilizable que no sea de plástico en vez de poliestireno, también debe ser una opción acertada. Sin embargo, cuando hay algo que ya tienes claro, se publica un estudio del gobierno holandés en el que se dice que para que una taza de cerámica sea una opción más eficiente energéticamente que un vaso de poliestireno, hay que utilizarla cientos de veces. La universidad canadiense de Victoria va incluso más lejos al afirmar que una taza cerámica deberá utilizarse 1.000 veces para compensar ambientalmente al pobre vaso de poliestireno.
Parece que no tiene sentido, pero bien mirado los argumentos se acumulan:
- Las tazas de cerámica necesitan más energía para su producción
- Su limpieza consume agua caliente y jabón
- Su distribución tiene más impacto ambiental: son más grandes y pesadas que los vasos de poliestireno lo que requiere un mayor volumen de transporte y por tanto combustible
- Los vasos de poliestireno son más fáciles de reciclar
El asunto se convierte en un quebradero de cabeza aun mayor si entran en juego los vasos de plástico para el agua. La verdad es que el trabajador verde tiene ocasión de sentirse culpable por todas las esquinas, incluso cuando se toma un café de comercio justo dentro de la empresa.
¿La solución? Intentar usar la taza cerámica más de 1.000 veces. Si lo logras, será más ecológico que todos los argumentos de apoyo de la industria de vasos desechables. Sin embargo, el objetivo no parece tan fácil de lograr. Como asegura Adharanand Finn en su libro Make a Difference at Work, de media, en el trabajo una taza de cerámica sólo se utiliza 50 veces. Procura sujetarla con firmeza, que no se te caiga y que en 10 años siga preciosa sobre tu mesa observando cómo nos hemos derretido por el calentamiento global. Mejor, que en una década nos haya ayudado a disfrutar de cientos de bebidas. Todo un reto.
Imagen: Radoslav Bielik





