Proliferan las composiciones vegetales verticales en espacios públicos cerrados. La buena selección de las plantas permite limpiar el aire de manera más eficaz que los métodos artificiales. No sólo porque eliminan mejor las partículas tóxicas, sino porque además ahorran un 20% del consumo eléctrico.
Benceno, dióxido de carbono y compuestos orgánicos volátiles (COV) desaparecen con la correcta combinación de especies. Las plantas además añaden oxígeno y mejoran los niveles de humedad del entorno donde se ubica la pared verde. Todo ello hace que los trabajadores que lo ocupan se desenvuelvan en un ambiente más saludable y atractivo, lo que mejora su estado de ánimo y la productividad.
Esto es lo que ocurre en el aeropuerto canadiense de Edmonton. Allí se ha instalado una living wall de casi 130 metros cuadrados donde crecen más de 8.000 plantas de 32 especies diferentes. Lo hacen de manera hidropónica con aguas grises sobre una estructura rígida e impermeable, creada a partir de plástico reciclado de envases alimentarios. Las raíces se sostienen sobre fibras, también recicladas, procedentes de la industria textil y dan la bienvenida a los pasajeros.
Los jardines verticales nacieron en la década de los ochenta gracias a Patrick Blanc. Desde entonces han evolucionado e incluso se dedican al cultivo de verduras en el interior. Mediante el sistema hidropónico los vegetales se desarrollan en un ámbito que emula las condiciones de la naturaleza, con el máximo aprovechamiento del riego por goteo. Cada día es más fácil encontrar living walls en lugares públicos y empresas privadas.
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